domingo, 20 de mayo de 2018

                                         La fuga

     Ya eran las 11 de la mañana en uno de los barrios mas pobres de toda Inglaterra, cuando Oliver decidió que era hora de volver a su casa. Había pasado toda la noche afuera buscando entre bolsa y bolsa algo para alimentar, no solo a el, sino a toda su familia, pero no tuvo exito.
     Eran siete hermanos: cuatro, menores de los cinco años y los otros tres, mayores que él, pero la edad no era equivalente a la madurez y seriedad que demostraban. El padre había huido antes de que el menor naciera y la madre murió dos meses después de eso. Todos vivían bajo el mismo techo, bajo la misma pobreza y bajo la misma  ignorancia de no saber por cuánto tiempo ni trozo ni bocado de comida iban a ver. Pero era Oliver quien actuaba ante la situación, y luchaba por lo que quería mientras sus hermanos se comportaban como si nada ocurriera. Diariamente dejaban que el tiempo pasara. Si debían morir o de hambre o infectados por una de las ratas que convivían con ellos, morirían.
     El pobre niño, ignorando la forma de actuar de sus hermanos, recorría todos los días la ciudad intentando hallar algún resto de comida. En una de sus tantas caminatas, ingresó a una panadería en la cual, cuando iba, le regalaban pan sin tener que hacer nada a cambio, pero ese día la bondadosa persona que le hacía las ofrendas no estaba y, suponiendo que el nuevo encargado no conocía su conveniente trato, decidió robar una hogaza de pan de forma inofensiva. Para su  desgracia, un policía que andaba por allí presenció la escena e intento atraparlo. Oliver reaccionó y empezó a correr lo más rápido que pudo. Tratando de que el policía no lo alcanzara, empujó e hizo caer a una mujer perteneciente a la nobleza. Preocupado por la situación, el niño frenó para disculparse y ofrecer ayuda a la señora, pero del otro lado se encentró con una actitud ofensiva y discriminadora que dejó a todos pasmados. Tal fue el escándalo que la mujer provocó, que el policía se vio obligado a hacer algo al respecto. La dama reclamaba una compensación por, lo que según ella fue, una burla a la alta sociedad. El niño y el policía se miraron atónitos ante la opinión de la adinerada mujer, pero se vieron en el compromiso de hacer lo que ella decía, aunque no supieran bien de que trataba.
-Lo recién ocurrido no puede pasar desapercibido, alguien debe hacer algo al respecto- dijo la dama con un agudo tono de indignación que pocos podían comprender.
-¿Con qué este pobre joven podría pagarle esta grave situación?- preguntó el policía  a la señora con cierto sarcasmo que la mujer no notó.
-Con dinero es más que evidente que no, a mí no me falta y a él, está claro que no le sobra- exclamó la señora con un tono despectivo que ya empezaba a molestar a Oliver. -Podría trabajar como sirviente en mi casa...Sí, eso es lo que vas a hacer, trabajar en mi casa- volvió a afirmar- Obviamente que cuando digo trabajar, no digo cobrar, no me malentienda, usted es el que está en deuda conmigo.
     Oliver tuvo que hacerse a la idea de no volver a saber de sus hermanos por un tiempo indefinido y aceptar la propuesta de la fastidiosa mujer, la cual lo capturó al instante y lo llevó a su hogar para que trabajara.
     Cuando ingresó en aquella gran casa, no le alcanzaron los ojos para ver lo que allí había: Candelabros, altísimos techos pintados a mano y todas las costosas decoraciones. Pero lo que más lo deslumbró no fue eso, sino la belleza de la señorita que bajaba la escaleras en el momento en que él llegó. Quedó al instante perdidamente enamorado.
     Al pasar de los meses la chica, que no era en nada parecida a su madre, empezó a encariñarse con el pobre huérfano y terminó enamorándose. Todos los días y noches se volvieron más felices para Oliver, quien le propuso a su enamorada huir de esa casa, ya que no soportaba más tener que estar escondiendo su amor de la malvada familia con la que convivían. La joven aceptó la oferta y decidieron escapar.
     Dos días después, la carreta que les brindaría libertad por el resto de sus vidas llegó. La medre que había estado observando la situación desde una de las tantas ventanas, no pudo permitir que su pequeña, nacida en la alta sociedad, estuviera cerca de un vándalo como ese. Entre la indignación y la locura, sacó un arma y la sujetó con confianza para matar a Oliver. La joven vio venir el disparo y, con la intención de salvar la vida de su amado, se interpuso entre su madre y su amado, y terminó con la suya.                      

1 comentario: